lunes, 26 de junio de 2017

Llora



Lloran los árboles, las ramas y las piedras. Llora la hormiga y llora el lince, lloran el caballo y el erizo; el ratón y el jabalí. Llora el libre pájaro. Lloran la tierra y el aire y llora, gris, el cielo. Llora el Sol naranja entre la ceniza, recordando que la naturaleza es sabia y fuerte, pero no infinita. Lloran la arena de la playa, el mar y los peces. Lloran nuestros pulmones al respirar el negro humo. Lloran los nidos y las madrigueras. Lloran los planetas que ven arder la Tierra. Llora el ser inhumano, inundado en el miedo de verse rodeado de llamas. Llora el hermano Marte, temeroso ante la idea de que algún día lo poblemos. Llora hasta la última brizna de hierba y lloran las bellotas. Y ríe el inmenso fuego, que nada deja a su paso, que mata la vida directa e indirectamente, y que pocas veces nace sin que la mano del desalmado le empuje. Llora el corazón de Andalucía, llora el planeta entero, y no podremos ni siquiera llorar cuando no seamos más que una bola chamuscada flotando en el universo.

Ya lo dijo el poeta: "Estúpida ciega humanidad, que sin metas se matará sola"

domingo, 18 de junio de 2017

Rostro cambiante

La luz de una noche de relámpagos iluminaba el rostro de la complicidad, con el cual me topé sin buscarlo con la intensidad que hubieran requerido las ganas que verdaderamente tenía de encontrarlo. Sin sentir más que unas ganas saciadas, amaneció el día como si los relámpagos de la noche sólo hubieran sido un sueño. El tiempo me hizo repetir algunos actos que me colmaron de una extraña ilusión que sabía que, realmente, sería la más efímera de mi vida. Efímera y desconocida, pues ese rostro cambió de forma, motivado en ocasiones por mi propia conducta. Definitivamente, arañamos tanto nuestras confianzas que perdimos las uñas antes de empezar, y ya su paradero dejó de tener importancia. Realmente, nunca la tuvo, o realmente esa complicidad sólo vivía en mi mente.