martes, 5 de septiembre de 2017

Septiembre



Dos vetas rosadas en el cielo anunciaban el ocaso estival. Después de la aparición de uno de sus demonios y un breve letargo, las vistas desde su ventana evocaron de la mejor forma aquello que un día descubrió y que hacía tiempo que no encontraba. A pesar de que todavía no veía al gran ave, ésta dejó a su paso una de sus brillantes plumas, la cual recogió para escribir destellos en el aire dentro de su habitación. Era septiembre y todo a su alrededor lo demostraba. Era septiembre y, aunque el camino temporal no desembocaba esta vez en la primavera, pudo oír a lo lejos cómo, tímidamente, volvían a cantar los pájaros que habían perdido su voz.