Ya no hay tinta en mis papeles, ya no hay letras sobre el blanco, ya sólo lleno mis baúles con los mejores recuerdos y los mejores pensamientos, las mejores sensaciones. Esa misma tinta evidenciaba oscuros fantasmas que se marcharon al cruzarse con la realidad. El corazón continuará ardiente y sediento, como antes de embarcar, sediento de dar mientras nadie me mire de verdad. Lo mejor de sus adentros, para quien sepa sacarlo, y no seré yo quien se niegue. Mientras tanto, fuertes rugidos me dan calor.
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